viernes, 14 de junio de 2013

LA POLITICA DE VERDAD

Me dispongo a escribir algo sobre política, pero no quiero escribir sobre políticos. No merecen la atención mediática a la que están acostumbrados hoy día. Quiero escribir sobre política, sobre la base moral e ideológica que cimenta la estructura social de un país, de un pueblo. No quiero escribir sobre los prestidigitadores de la palabra, sobre los profesionales de la mentira, de la hipocresía y de la bajeza humana. No quiero hablar de quienes buscan la satisfacción de sentirse por encima de los demás y alimentan su vanidad con discursos populistas en busca del aplauso fácil. No quiero hablar sobre ellos, quiero hablar de POLITICA, con mayúsculas.
La política ha quedado por los suelos por los que se han hecho con ella, por la fuerza del dinero. Por asaltar los valores ideológicos de los que se impregnan los estatutos de los partidos, y amasarlos, reducirlos, amoldarlos a los intereses de una manada de lobos hambrientos de poder y dinero. Ellos son los que manejan los hilos, y reducen los partidos a una serie de ejercicios de habilidades en los que triunfa el que hace mejor las trampas. Hay infinidad de ejemplos, que he vivido en primera persona, que todavía ocurren, a diario, y que sin pudor ni vergüenza amparan y apoyan personajes sin un rumbo profesional fijo, y que buscan la estabilidad y el reconocimiento económico dentro de los partidos políticos. Todos conocemos casos más o menos cercanos, seguro.
Hoy todas las encuestas demuestran la desconfianza que sobre la política tienen los ciudadanos de nuestro país. Nunca la política fue un problema para los ciudadanos. Hoy sí. Lo cierto es que la crisis que llevamos padeciendo desde hace cinco años está dejando muy claro que los políticos de hoy día están dotados de un nivel de patriotismo que roza el pasotismo más absoluto. Nada les importa más que pasar estos duros momentos manteniendo su estatus, su sillón, su poder. Pero, ¿qué hay de la política como servicio público?. Murió, amigos y amigas, murió el mismo día en que se inventaron las juventudes socialistas, o las comunistas, o las populares.
El adoctrinamiento de nuestros jóvenes, el falso adoctrinamiento ideológico que les inculcan a nuestros hijos desde las escuelas en principio, y con posterioridad después en los partidos políticos, están haciendo que se integren en las estructuras de los partidos jóvenes a los que se les marcan las directrices y las cumplen con los ojos cerrados, sin llegar a pensar por sí mismos en las consecuencias de sus actos. Les han grabado en sus mentes que los de la derecha, o los de la izquierda, son enemigos contra los que hay que luchar. Los motivos no importan, el objetivo es ganar, ganar, ganar a cualquier precio. El premio es subir en el escalafón del partido, y si algún día llegas a generar la suficiente confianza serás reconocido como uno de los jefes y se te otorgará un cargo remunerado que te permitirá vivir desahogadamente.
Hemos confundido el método. No estoy en contra de que los jóvenes participen en política, pero debe ser sin ánimo de lucro. Los partidos deben ayudar en la tarea de formar hombres y mujeres de provecho. Los partidos deben ser los tutores de los jóvenes del futuro, deben ayudar a marcarles el rumbo que los jóvenes quieren llevar. Deben formarse. Deben encontrar un empleo estable. Deben adquirir los conocimientos y la experiencia que les permita valerse por sí mismos durante toda su vida, y cuando tengan bien marcado su porvenir, entonces y sólo entonces, podrán participar de manera activa en política con la certeza de que lo hacen para ofrecer un servicio público.
No me gustan los políticos profesionales. No me gustan esas personas que hacen de la política su medio de vida. Y no me gustan porque me parecen personas deshonestas con los ciudadanos. Para mí es un contradicción que una persona que quiere dedicarse exclusivamente a la política durante toda su vida pueda justificar su decisión en que quiere hacerlo por hacer un servicio público. No, lo siento, eso es mentira. Por eso los cargos políticos deberían tener un límite temporal, un máximo de ocho años, y después a tus quehaceres profesionales.
Todos deberíamos, alguna vez en la vida, participar en política. Deberíamos integrarnos en un partido que mantenga un alto índice de democratización interna (cosa harto complicada hoy) y que permita la participación de todos y cada uno de sus afiliados o afiliadas en su estructura. Y que las decisiones se tomaran democráticamente con la participación de toda la filiación. Sí, puede que sea una utopía, pero ¿acaso los más altos logros no se han realizado haciendo realidad las utopías?.
El ser humano es, por naturaleza, un ser inconformista, ambicioso, que se crece en la adversidad y ante los problemas. La evolución humana ha estado ligada siempre a la consecución de metas teóricamente imposibles. Y por ello creo posible que un día la política estará impregnada de la humanidad que hoy le falta. Es un trabajo arduo y complicado. No todos lo ven como yo. Pero algún día la política será un derecho adquirido, algo irrenunciable a lo que todos deberemos dedicar algún momento de nuestra vida para dotar de humanidad, respeto y democratización al instrumento más eficaz a favor del individuo y de su entorno, la política.
Debemos cambiar el concepto actual de política, y hemos de inculcar a nuestros hijos (desde el ejemplo) que la participación en política no es sólo un derecho, sino una obligación. Porque lo natural es que todos luchemos por nuestra libertad como individuos desde dentro de un partido político, a nivel local. Lo natural es que se debata sobre el bienestar general, sobre los problemas de nuestra comunidad, sobre las soluciones de los mismos,  pero desde una plataforma política vecinal. Hay que acabar con la participación pasiva, la de preocuparse por quienes nos representan una vez cada cuatro años. Ese concepto ya ha quedado caduco.
Gracias a depositar nuestra confianza en las urnas cada cuatro años, y luego despreocuparnos, hemos creado una casta de vividores que viven y entrenan a diario para perfeccionar sus mentiras. Ellos son hoy quienes nos dominan con la tranquilidad de la inmovilidad de un pueblo que vive de espaldas a la realidad… o al menos así era.
Hoy nos ponen contra la pared. Nos roban nuestros ahorros. Nos impiden ejercer nuestros derechos como ciudadanos y nos recluyen a la inexistencia. Somos meros números ante sus ojos. Pero somos nosotros los que tenemos la sartén por el mango. Somos nosotros los que amparándonos en la Constitución debemos dar el paso y acabar con esta partitocracia que nos elimina como individuos. Somos los dueños de nuestro destino y debemos tener el convencimiento de que unidos podremos con esta casta de hipócritas que vienen a robarnos nuestra dignidad y nuestros derechos individuales y colectivos.
Los partidos independientes afloran por todo el estado como una vía vecinal, social, humana, que quiere cambiar a mejor la gestión de lo que es patrimonio de todos, y no de los partidos políticos. Y es una de las soluciones, pero mientras se instalen los procedimientos internos adecuados que garanticen la participación de todos, y que las ejecutivas de esas plataformas sean meros representantes de la voz popular sin más directrices que las que les indiquen sus afiliados. Solo así se garantizará que políticos profesionales no campen a sus anchas en estas plataformas.
El momento ha llegado. Participa sin miedo por el futuro de Castilleja, por el de nuestros hijos, y por el legado que ellos merecen, una Castilleja de todos y para TODOS.